En la última noche de febrero todos los mozos del pueblo cantan las Marzas. Lo hacen con el fin de obtener viandas o dinero para celebrar una fiesta con lo obtenido.
Provistos de un farol que portal el “mozu mayor” se dirigen todos en grupo a la casa del señor alcalde, primero, y a la del cura después, con el fin de pedir autorización y lo hacen cantando:
“No es de cortesía. Ni es de obediencia,
En casa de nobles, cantar sin licencia.
Si nos da licencia, señor cantaremos
Con mucha prudencia, las marzas pediremos”
Una vez que el señor alcalde concede la licencia, continúan la ronda casa por casa bien provistos de “berronas” o chiflitos de sauco, en alegre algarabía.
El mozo mayor hará siempre la misma pregunta en cada casa:
“Por la gente que aquí mora, que venimos a deshora
Pidiendo los marceros
¿Cantamos, rezamos o qué hacemos?”
Por lo general pedirán que se cante, pero no faltan las casas que prefieren que se rece un padrenuestro.
Las letras de las canciones son muchas y diversas:
Marzo florido seas bien venido
Traemos un burro cargado de aceite
Pa freír los huevos que nos de la gente.
Puede ocurrir que en alguna casa no den nada sin una causa justificada y entonces la letra de las canciones serán de desaire:
A los de esta casa solo les deseo, que sarna perruna les roa los huesos.
Si en la casa de turno hay alguna moza que goza de la simpatía especial de alguno de los marceros se cantan también los “Sacramentos de amor”, un romance muy vibrante y lleno de sentimiento.
Los sacramentos de amor, moza, te vengo a cantar,
A la puerta de tu casa si los quieres escuchar.
El primero es el bautismo, ya que esta bautizada
Las mozas también darán su dadiva y, por ello, verán bien adornado su balcón con un buen ramo la noche de San Juan.
Con todo lo obtenido se efectuaban una cena en la taberna del pueblo o en alguna casa que se brindaba a ello. Al día siguiente tenía lugar la “Sobremarza”, consistente en una comida con la presencia de las mozas, que terminaba en baile al son del rabel y pandereta.
Esta noche de marzas tenía el valor añadido y de gran importancia para los chavales que cumplían 18 años que pasaban a la categoría de mozos, que les permitirá entrar en la taberna, subir al coro de la iglesia, participar en la organización de la fiesta del pueblo.